sábado, 8 de marzo de 2014

SE DEJO TODO, PERO NO ALCANZO…


Cuando un jugador deja todo en el campo de juego, su inteligencia, su arte, sus fuerzas, su dignidad, su hombría, su solidaridad, sus sueños, su fe. Cuando echa el resto sobre el paño verde, alcanza una condición que está por encima del resultado mismo: es la paz interior, la tranquilidad del espíritu, la serena alegría del alma. No existe instancia superior ni sensación más placentera.




Si esa situación se repite en cada uno de los miembros de un equipo, significa que estamos frente a una hazaña colectiva. Aun sin conquistar el título, esa proeza de conjunto fue consumada por la Asociación Atlética Tiburón Empachado, en la final del Torneo de Verano del Club Náutico San Pedro frente al poderoso Deportivo Temaiken...Tamaño derroche de energías, de entusiasmos, de concentración y extrema entrega merecían el premio de la coronación. Este arbitrario y fascinante volcán de pasiones llamado Futbol determina que solo uno se quede con el laurel; el otro apenas con el aroma.
La epopeya deportiva no se dio; Temaiken fue el campeón, brillante ganador. En cambio se alcanzó, de parte del Tibú, la gesta humana, la honra plena. Nunca fue tan grande. Si hasta daban ganas de ser hincha. Sabe Dios que en el fragor de la lucha, hay flaquezas y renuncios, miedos que asaltan. Es humano. Pocos son los que pueden volver de una final perdida cabeza erguida, vista franca y pecho inflado. Este grupo del Tiburón está entre ellos…

Sin embargo, hay más cosas en la vida que un Campeonato. Está aquella sublime sensación de la que hablamos, el orgullo de hombre, la satisfacción de saber que se ha puesto la pierna, sin miedos ni traumas. El honor de haber dejado todo allí. Quien pretenda un poco de grandeza del Tiburón, a manera de souvenir, deberá llegarse hasta la cancha 1 del Club Náutico San Pedro y entrarse hasta el verde pasto, allí ha quedado todo: sudores, gritos de aliento mutuo, pedidos de aguante, ruidos de piernas que se chocan duro, anhelos diversos, y la gloriosa actitud de un club con tan solo meses de vida. Es como el día después de la batalla. El campo es una desordenada mescolanza. Un sable acá, un caballo muerto allá, una bandera tirada, dos enemigos que cayeron juntos, casi abrazados, uniformes desechos, mojados del sudor que generan el miedo y el temple, ambos. Y el silencio envolviéndolo todo. Y dentro del silencio, como un zumbido lejano, los ecos del combate. Qué combate!  Qué belleza de final! Va a ser muy difícil que volvamos a asistir a otro espectáculo de este porte en una instancia decisiva. Fue una contienda disputada a velocidad de asombro entre un bando empecinado por ganar Temaiken- y otro determinado a no perder el Tibu-. Los dos usando el fútbol como arma. Apenas pitó el inicio el  árbitro Carlitos-Carlitos  vino la primera estocada de Temaiken, a fondo, metida con vértigo y ganas. Y la primera defensa del Tibú, que se le paró tieso, poniendo pata y corazón en cada cruce. Y así fue una y otra vez, sin parar, hasta el final, en el minuto 50 por suerte un espectáculo que nos enorgullece como hinchas del fútbol. Sin especulaciones, físicamente imposible de superar, futbolísticamente bello y armonioso. Temaiken conquisto un título más, pero éste era el que lo desvelaba. Y lo ganó más que merecidamente por el torneo que realizo... Para poder abrazar la gloria, el cuadro del zoológico debió dejar en el camino nada menos que a LMQ ( equipazo!), Sensación Térmica, José No Atiende, Puro Movimiento, Pachanga y por último este Tiburón superlativo. Es como cruzar a nado el Canal de la Mancha en invierno, de noche y con los tiburones esperando que pases. Y llegó a la otra orilla! La nota, sin embargo, pretende ser un homenaje al subcampeón. Si era por merecer, el Tibú merecía el título. Lo ameritó por ese negrazo que es Ale Biain, que enloqueció a la defensa y sembró el pánico en Temaiken también. Por ese Niko Ledesma y Hormiga Arce, pichones de crack, y por ese demonio llamado Nachito Garavaglia. Pedazo de jugador! Enorme! Fenomenal poniendo pierna, buenísimo con la pelota, tiene la serenidad de los inconscientes o de los ignorantes, que no saben lo que es el miedo. Por el Gordo Cejas y Benjo Torrillo justo ellos viene a faltar en la final, qué importa, jugaron tanto, metieron tanto, que pueden volver al Tibú tranquilo, enfrentar sin rubores a su novias, esposas o su enamorada, tomarla de la cintura, apretarla un poco y decirle con toda naturalidad: Perdimos, nena!!! Y así todos los que de alguna u otra manera aportaron al Tibú para que llegue a la Final…
Un equipo que puede poner sobre el césped un grupo de amigos en tan alto nivel físico, futbolístico y espiritual, algo tiene. Nada es casualidad. El tiempo pasa y se ve que las cosas que no suman van quedando en el camino. Felicitaciones!!!





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